Como complemento al artículo añadir que en estos tiempos tan complicados para trabajar sería bueno extraer una serie de consecuencias que la dificultad de trabajar ahora mismo conllevan. El cliente, ya sea público o privado está apretando precios al máximo. Y exige plazo. La empresa contratista, en modo patada para alante decide contratar a pérdidas y con pocas posibilidades de cumplir plazos. Como el cliente tiene la sarten por el mango porque es quien paga, luego quien "financia" en cierto modo al contratista exige más, rechaza propuestas, mejoras y nuevas valoraciones de los trabajos ejecutados. El contratista sufre más. Como el contratista no puede atender en muchos casos las exigencias de pago de subcontratas está a su merced, que marcan sus márgenes, ritmos y plazos. Y si se rescinde un contrato no es tan sencillo encontrar otra subcontrata (no quedan tantas y están tan o más "asfixiadas" que el contratista). Conclusión en muchos casos del final: se exceden plazos, se va el coste al garete respecto al previsto inicial y, si dios no lo quiere, con suerte, no se sufren penalizaciones por retraso. Otra conclusión es que si la obra pierde, por ejemplo, un 7%, ¿cómo y a qué intereses el contratista habría conseguido la financiación del importe de esa obra con un banco? No todas las obras ahora son así....... pero se le parecen.......
José García
Este blog es una referencia de la ingeniería civil. Obligado seguirlo
AGGREGATTE
Estamos de acuerdo, el Dr. Yepes siempre nos ilustra en su blog
Emilio
Como complemento al artículo añadir que en estos tiempos tan complicados para trabajar sería bueno extraer una serie de consecuencias que la dificultad de trabajar ahora mismo conllevan. El cliente, ya sea público o privado está apretando precios al máximo. Y exige plazo. La empresa contratista, en modo patada para alante decide contratar a pérdidas y con pocas posibilidades de cumplir plazos. Como el cliente tiene la sarten por el mango porque es quien paga, luego quien "financia" en cierto modo al contratista exige más, rechaza propuestas, mejoras y nuevas valoraciones de los trabajos ejecutados. El contratista sufre más. Como el contratista no puede atender en muchos casos las exigencias de pago de subcontratas está a su merced, que marcan sus márgenes, ritmos y plazos. Y si se rescinde un contrato no es tan sencillo encontrar otra subcontrata (no quedan tantas y están tan o más "asfixiadas" que el contratista). Conclusión en muchos casos del final: se exceden plazos, se va el coste al garete respecto al previsto inicial y, si dios no lo quiere, con suerte, no se sufren penalizaciones por retraso. Otra conclusión es que si la obra pierde, por ejemplo, un 7%, ¿cómo y a qué intereses el contratista habría conseguido la financiación del importe de esa obra con un banco? No todas las obras ahora son así....... pero se le parecen.......